viernes, agosto 14

La espera

Llovía. Realmente diluviaba. El aire melancólico que envolvía la parada de trenes parecía sacado de alguna novela de misterio en la que el detective, en aquel caso personalizado en mi figura, se acercaba minuciosamente en busca de un sospechoso que acabaría presentándose como el autor de algún siniestro crimen. Corrí los últimos metros que me separaban del transparente y pequeño techo de cristal y me dispuse a sentarme a la espera del tren, chapoteando como un pez recién salido del agua. En un principio no la noté, pasarían unos cuantos minutos antes de que un leve tosido me obligase a girarme para toparme con su mirada de lechuza acechándome tranquilamente. Lo primero que pensé era que o bien eran ojos demasiado grandes para el resto de su rostro, o bien su rostro era demasiado pequeño para aquellos espejos de marfil que brillaban con un suave resplandor amarillento.
No sé cuánto tiempo duró aquel silencio acondicionado por el tintineo de las gotas sobre el tejado de cristal, sin embargo sentí que debía sonreír torpemente a la espera de una respuesta casi tan cordial como molesta. Ella, con sus doce o trece años, cabellos rubios despeinados y mirada terriblemente soñadora, decidió obviar el gesto. Me giré rápidamente y aguardé hasta que el tren llegase, algo que por suerte no duró demasiado, la sinfonía compuesta por sus inspiraciones, expiraciones, tosidos leves y golpecitos en la pared comenzaba ya a extenuarme.

La lluvia no cedió al día siguiente, sin embargo en cuanto conseguí atravesar el umbral mágico que separaba el mundo humedecido del mundo seco no tardé en atisbar su presencia, como si se tratase de aquel extraño que nos devuelve la mirada en el espejo. Sus ojos seguían mirándome fijamente, me vi obligado a cerrarlos un instante y esperar a que una vez abiertos hubiese desaparecido aquella extraña visión.

-¿Qué estás haciendo?- Pregunté pasados unos cuantos minutos de silencio abrumador. A diferencia de su anterior comportamiento, basado en el ignorar completamente mi presencia, en esta ocasión no tardó en responder, animada tal vez por el silencio roto.

-Espero- murmuró secamente con una voz teñida de magia inexplicable. Al igual que ella, esperé pacientemente a que se explayase algo más, sin embargo esa respuesta pareció suficiente para ella. Pasaron unos minutos y volví a sentarme en dirección a aquel lienzo borroso en el que cada tanto una figura oscura se reflejaba para demostrarme que aún había gente al otro lado del umbral.

-¿Y qué es lo que esperas?- Volví a preguntar, ya consumido por el insecto de la duda, ese molesto invasor que parecía filtrarse en cualquiera de mis pensamientos simplemente para molestarme.

-No espero a nada- respondió con cierta irritación, como si intentase engañarla con una pregunta estúpida- Solo espero- Y volvió a centrar su mirada en lo más profundo de mi ser, provocándome un escalofrío que me obligó a girarme. El maldito tren parecía obstinado en aparecerse, por lo que volví a girarme y toparme con su mirada una vez más.

-¿Y cuando dejarás de esperar?- Pregunté curiosamente, aquella chica debía de tener familia, algún padre o madre preocupados por su peculiar comportamiento, era extraño, pero sentía que estaba disfrutando con aquel interrogatorio.

-¿Por qué iba a dejar de esperar? Esperar es divertido, la emoción, los nervios, el pensar en lo que se hará una vez se deje de esperar. Ya no importa lo que venga después, y si eso nos hace o no más felices que mientras esperamos, el mero hecho de esperar hace que me sienta bien, esperar me pone ansiosa, y eso me entretiene- Había soltado aquella parrafada como si la hubiese estado preparando toda la mañana, algo que seguramente bien podría haber sido cierto. Ante tal respuesta el único contraataque que se me ocurrió fue el de dejar que las gotas de lluvia siguiesen tiñendo aquel ambiente.
Había una extraña lógica ilógica en sus palabras, era aquella clase de explicación complicada que un profesor de filosofía da a sus alumnos para contradecir sus opiniones, sin embargo el que procediese de una niña lechuza de menos de quince años era verdaderamente sorprendente.

-¿Entonces no importa qué esperas, sino que esperas?...¿Cómo puedes estar ansiosa por lo que esperas si no sabes lo que esperas?- Aquel trabalenguas parecía divertirla, ya que mientras hablaba alcancé a divisar como las comisuras de sus labios se arqueaban débilmente, seguramente reprimidas por un capricho personal de no dejarme ver aquella diversión provocadora.

-Espero esperar algo, y la espera de la próxima espera me entretiene, ya que estoy curiosa por saber qué será lo que esperare cuando deje de esperar- Enarqué una ceja y sonreí burlonamente a la espera de encontrarme con una carcajada por su parte que me hiciese entender que tan solo estaba jugando con sus palabras. Sin embargo tan solo volví a encontrarme con su mirada, aquella endiablada mirada inocente que parecía tener respuesta para todo. Me volví a girar consciente de que ya no volvería a dirigirle la palabra, su molesta voz comenzaba a irritarme casi tanto como mis interrupciones debían de irritarla a ella.

- ¿ Y qué es lo que espera usted?- me preguntó al cabo de unos segundos.

-El tren- respondí secamente, había pensado en utilizar un juego de palabras, sin embargo aquello sería lo mismo que jugar con fuego, por lo que decidí simplemente evitar complicaciones futuras.

-Que aburrido…-susurró para volver a su habitual sinfonía.
Al día siguiente la lluvia se había detenido, sin embargo su presencia seguía iluminando con un resplandor molesto la estación de trenes. Algo que comencé a notar a partir de aquel día fue que siempre solía llevar un vestido diferente, por lo que al parecer su espera no duraba eternamente, el hecho de que hubiese llegado a dudar de eso me hizo darme cuenta de cuan tonto podría llegar a ser.

-¿Cómo va la espera?- Pregunté tranquilamente como si aquello formase ya parte de la rutina diaria de mi vida.

-Mal, y todo gracias a ti- respondió enfurruñándose y consiguiendo que unos tiernos hoyuelos se formasen en su pequeña nariz respingona. Ante mi expresión de extrema sorpresa puso los ojos en blanco y suspiró agobiada, al parecer era por algo que yo debía conocer- Por tu culpa, ahora te espero a ti cada mañana, y he perdido ya la oportunidad de poder esperar a esperar algo, porque ya he pasado a esperarte a ti, y tú no eres para nada más divertido que la espera-
Si ya resultaba complicado entender aquella extraña sintaxis, la dificultad se doblaba teniendo en cuenta que aquella mirada de lechuza tenía como objetivo perforar mi ser y hacerme sentir horrendamente mal. El tren pasó frente a mí, sin embargo tenía la sensación de que no podía dejarla así, aunque fuese un concepto estúpido, era verdaderamente embarazoso y vergonzoso el que aquella niña tuviese que esperarme.

-Lo siento mucho…- murmuré arrepentido, o no?, realmente no entendía si había hecho algo mal o simplemente era una víctima más de sus juegos mentales- Hagamos una cosa…esperaré la espera contigo…-Me senté a su lado intentando imitar su gesto soñador- Te aseguro que tarde o temprano volveremos a esperar la espera-

-Eso espero…- y una sonrisa iluminó su rostro.

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