miércoles, agosto 19

La playa

Hola a todos mis lectores inexistentes, saludos de este escritor invisible.

Hoy voy a tratar un tema digno del verano en el que me encuentro, la playa, ese lugar afrodisíaco y paradísiaco en el que decidimos pasar las horas de calor - jódanse los que no tienen costas- y en el que volvemos a nuestra más querida infancia. ¿Qué tendrá la playa que tanto nos atrae? Obviamente es un refugio el meterse en el agua consiguiendo así ahuyentar el calor, aún así hay gente que sigue sin comprender cual es la "magia" de esta peculiaridad geográfica y en cuanto sus pies tocan la arena sueltan una frase sorprendidos a la par que irritados " Qué calor!", como si llegasen a creer que el mero hecho de atravezar el umbral infinito que separa la playa de la ciudad los conducirá a un paraíso acondicionado.
Y es que en la playa uno escucha de todo, a decir verdad es increíble la cantidad de material que uno dispuesto a abrir las orejas y cerrar los ojos puede recaudar. Y obviamente abriendo este pequeño comentario con la típica frase de " yo es que no soy de escuchar, pero hablan tan alto que uno no puede evitar enterarse", ese conjunto de palabras que seguramente pusieron de moda las abuelas y que fue pasando de generación en generación como el magistral arte de la queja.
Y es que en la playa se cuecen miles de historias diferentes, tanta gente, tantas vidas diferentes, tanta energía junta en un mismo punto siendo exhalada a través de los poros de todos los bañistas juntamente con una mezcla de agrio sudor y un mejunje arenoso. Siempre podemos encontrar la típica batalla entre la madre y el hijo, en mi caso fue MAMÁ contra RAFAEL, y como si se tratase de una obra de teatro, el clímax se alcanzó en el momento en el que los gritos rompieron el habitual susurro playero.

-Rafael, tenes que comerte el -introduzca cualquier clase de comestible típico de playa-
-No, no me gusta (El chico demuestra sus dotes revolucionarios a una temprana edad, sabiendo posicionarse mucho mejor que la gran mayoría de los políticos)
-Sí, sí te gusta ( Obviamente la madre intenta atacarlo psicológicamente)
-Nooooo, no me gusta *lágrimas* (El arma emocional del enano surge efecto en algún amigo-hermano, que se une a las lágrimas de cocodrilo)
-Te lo vas a comer, sino nos vamos! (Las amenazas siempre funcionan)..

Desafortunadamente no pude acabar de escuchar dicha refriega porque obviamente otro sonido menos placentero llegó a mis oídos volando como una hoja otoñal que cae de su refugio en la copa de un árbol. En prácticamente todas las playas podemos encontrar al típico guardavidas argentino - deben entrenarlos para eso en la escuela- que a gritos no hace más que defender su condición de ARGENTINO, con un acento ARGENTINO exageradamente marcado, intentando que la gente a su alrededor se de cuenta de que el tipo es un MAESTRO. Otro de los tantos tópicos andantes que no hacen más que causarme gracia.
Juntamente con este grupo tenemos a la gran población molesta compuesta por los menores de 5 años, esas máquinas de cagar, comer y llorar que disfrutan de lo lindo comiendo arena, llenándose de mocos la cara con una velocidad asombrosa y llorar siempre y cuando la agonía de otro compatriota haya acabado, impidiendo así que el típico soñador pueda descansar de su siesta playera. No nos olvidemos del deporte favorito de los niños, tirar arena. Un deporte qeu cuanto más se camufle en otros como "fútbol" "tenis" "la mancha", etc, resulta más divertido para esas sonrisas maliciosas, encarnaciones dl mismísimo demonio.
Y es que las playas ya no son esos paisajes de tranquilidad emotiva que nos muestran en las postales, las playas se convierten en verdaderos campos de guerra con pelotas volando por doquier, procedentes normalmente del grupo de dos - o más- chicos - normalmente lo son- que parece que mueren por demostrar al mundo entero que están jugando, sí, ellos, con la esperanza vaga de que algún ojeador los fiche para su equipo.

Es que la playa es la playa, y ya no me alargo mucho más porque todavía me qeudan días y días de visita y más cosas que contemplar. Es que en la playa hay muchas cosas para contemplar, esos cuerpos perfectamente cuidados dorados por el calor del sol y bañados ligeramente por la sal marina que se exhiben como representaciones humanas de Adonis y Afrodita, que paradójicamente se contonean rodeados por lo que se podría denominar - la zona morsa marina- compuesta por barrigas orondas, arrugas en lugares insospechados, traseros astronómicos, cuerpos descuidados bañados esta vez en sudor y comida, mucha comida grasienta como esos sanguches que van perdendo su forma a causa del calor hasta convertirse en esa extraña masa pastosa.
Y a pesar de todo la playa es la playa, ese lugar que tiene la magia de pocos lugares y que nos encanta como si todos nuestros problemas se fuesen con el suave balanceo de las olas chocando contra la costa. Amamos la playa, amamos la arena, amamos el agua, amamos a es@ chic@ que con solo mirarl@ ya nos enamora y nos pasamos TODO EL MALDITO DÍA mirándol@ fijamente con la esperanza que nos devuelva la mirada, y que en el mismísimo instante en el que lo hace, sentimos un ardor en las mejillas y giramos la cara violentamente, notando como nuestro corazón se acelera estúpidamente.
Ya volveré otro día a comentar las peripecias de la playa.

Hasta otra.

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